Saturday, April 13, 2013

E. W. Kenyon - Dos Clases de Justicia - Parte 4 - La Conciencia de Pecado


Estudio Acerca de la Conciencia de Pecado

En la conciencia de pecado puede ser encontrada la razón para prácticamente cada fracaso espiritual. Destruye la fe. Destruye la iniciativa del corazón. Le da al hombre un complejo de inferioridad. Le hace estar con miedo de Dios. Con miedo de si mismo. Siempre está buscando que alguien haga la oración de fe por él. No se da cuenta de su derecho legal para estar ante la presencia del Padre sin condenación.

El complejo de inferioridad que nace de la conciencia de pecado se encuentra por toda la iglesia. Muchas veces me han dicho: “Si pudiera quitarme esta conciencia de pecado, obtendría mi sanidad. Sería una fuerza para Dios, pero no puedo quitarla de mi.” ¿Ha provisto Dios una redención que cura esta afección del pecado? Estoy seguro que sí. Si Él no hubiera planeado sacarla del hombre durante su caminar terrenal, el hombre nunca hubiera podido estar parado delante de Dios porque la obra de la redención solo obra en esta era. 

Dios hizo una provisión para hacer la Nueva Creación. El planeó impartirle Su naturaleza; quitando la vieja naturaleza de pecado y reemplazándola con Su naturaleza. Esto destruye la conciencia de pecado. Pocos teólogos han reconocido el hecho que la conciencia de pecado es la progenitora de prácticamente todas las religiones humanas. El hombre ha buscado sanar esta asquerosa afección. La sensación de sentirse indigno destruye la fe, nos roba la paz mental, hace inefectiva la más ardiente y celosa vida de oración.

Nos roba toda nuestra amistad y comunión con el Padre. Nuestros teólogos desde Lutero nunca encontraron la cura para esta condición. La gente de Santidad han intentado ferozmente solucionar este asunto, pero por más lejos que hayan llegado nunca han sido capaces de curar a un paciente. La cura del hombre ha sido arrepentirse de sus pecados, dolor por sus pecados y una profunda agonía en la oración.

Otros han tratado de acallar su conciencia yendo a la iglesia, haciendo penitencia, ayunando, dando dinero, haciendo buenas obras, dejando los placeres, confesando sus pecados, peleando contra los malos hábitos, poniéndose bajo disciplina de auto negación y auto humillación, descuidando el cuerpo. Algunos han ido tan lejos que han lacerado sus cuerpos. Otros han hecho largos peregrinajes. Todos estos métodos se han intentado. Todo espíritu fervoroso ha intentado alguno de ellos.

Acaba de levantarse un Nuevo movimiento en el que los hombres y mujeres encuentran alivio temporal confesando sus pecados entre ellos. El confesar los pecados puede traer alivio temporal de la presión que hay por causa de ellos, pero ninguna obra de ninguna clase sea que fuesen obras de auto negación, arrepentimiento, penitencia, haciendo oraciones podrán quitar la conciencia de pecado del corazón.

Hay dos clases de conciencia de pecado. Una es el hombre que nunca ha nacido de nuevo. La otra es la que se desarrolla en el creyente que nunca ha crecido más allá del estado de infancia, que no conoce sus privilegios en Cristo. ¿Dónde está la dificultad? Esta es. El hombre natural es un picador, pero es más que eso. En 2 Corintios 6:14 es llamado “iniquidad.” En otros lugares es llamado “pecado”, es más que un pecador. Es más que un trasgresor. Es más que un violador de la ley.

Es por naturaleza hijo de la ira. Está muerto espiritualmente. Está unido a Satanás tal como el creyente está unido a Dios. El creyente se ha vuelto participante de la naturaleza de Dios, el hombre natural es participante de la naturaleza de Satanás. El problema es: ¿Cómo puede Dios tratar legalmente con el problema del pecado del pecado y el de los pecados? ¿Cómo es que trató con esta naturaleza satánica que está en el hombre?  

La Cura de Dios

Dios trajo una redención que cubre cada fase de la necesidad del hombre, que restaura perfectamente su comunión con el Padre para que no haya ningún sentimiento de culpa o pecado, ni memoria de las cosas malas que hayamos hecho en el pasado. El creyente se para completo en Cristo.  

Juan 1:16 dice: “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.” 

Si lees cuidadosamente Hebreos 10:1-19, verás que bajo el Primer Pacto año tras año había un recordatorio de los pecados, pero en el Nuevo Pacto un hombre que ha aceptado a Cristo pierde la sensación del pecado y en su lugar recibe la sensación de unidad y comunión con el Padre.

En Colosenses 1:13-14 dice: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” Fíjate en esta Escritura que Él “nos ha librado de la potestad de las tinieblas”, ese es el dominio de Satanás, y al mismo tiempo “trasladado al reino de su amado Hijo.”

Aquí hay cuatro hechos. Primero, hemos sido librados del dominio de Satanás. Segundo, hemos nacido en el reino de su amado Hijo. El tercero es, “quien tenemos redención.” Eso es una redención del dominio de Satanás. Satanás no tiene derecho legal para reinar sobre el hombre que ha aceptado a Cristo como Salvador. Ese hombre ha sido librado del dominio de Satanás, de la familia de Satanás. Ha nacido dentro de la familia de Dios, el reino de su amado Hijo. 

Cuando esto es hecho la obra redentora que Cristo trajo se vuelve una realidad.

Cuarto, Él no solo nos redimió del dominio de Satanás, también hay una remisión de nuestros pecados.

Él nos redimió.

Él nos recreó.

Él nos redimió.

Él nos liberó de la autoridad de Satanás.

Él remitió todo lo que habíamos hecho.

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