Lo Que la Justicia Significa
No existe otra palabra en la Biblia, o en la teología, que sea menos entendida y apreciada que esta palabra. Y eso que ella envuelve todo lo que la humanidad desea ardientemente.
Eso que la justicia le da para el hombre es la progenitora de todas las religiones humanas.
Las burdas e inmorales religiones del paganismo, y las refinadas, culturizadas y filosóficas religiones modernas, son hijas del deseo del hombre por aquello que la justicia le da.
La justicia restaura todo lo que el hombre perdió en la Caída, demás le da una nueva relación como hijo con todos sus privilegios. Veamos unas cuantas cosas que esa justicia nos da al revelarse como la obra terminada de Cristo.
Nuestra Posición Restaurada
La justicia viene a nosotros en la Nueva Creación. Restaura una posición ante Dios. Quita esa vieja conciencia de pecado que ha lisiado y robado toda nuestra iniciativa espiritual, confianza y seguridad en Su presencia. Restaura al hombre a una posición ante el Padre de la misma manera que Jesús disfrutó en su caminar terrenal. Recuerda la osadía que Jesús tuvo en la presencia del Padre. Su osadía ante Satanás.
Él sabía que tenía derecho legal para estar en la presencia del Padre. Sabía que era el Amo de Satanás y todas sus fuerzas.
Recuerda que osadía tuvo en la tormenta, y como fue el Gobernador absoluto sobre las leyes de la naturaleza. No tuvo temor de decir al muerto Lázaro, aún en la presencia de mucha gente: “Lázaro, ven fuera.” No tuvo ningún sentimiento de inferioridad ante la presencia de la muerte. No tuvo ningún sentimiento de inferioridad ante la presencia de la enfermedad. No temió hablarle al manco y mandarle que esté completamente sano. La justicia es algo magistral.
El problema es: ¿Dios restauró Su justicia al hombre? Esa es la razón por la que escribimos este pequeño libro. Estamos tratando de dar la respuesta para resolver ese antiguo problema.
La Comunión Restaurada
La justicia le restaura al hombre la comunión perdida. Vemos esa comunión ilustrada en la vida de >Jesús. Él se acercó al Padre con la misma libertad e independencia con la que un niño se acerca a su padre. Se dirigió al Padre con la misma familiaridad y simpleza con la que un niño se dirige a su padre.
Jesús disfrutó de una comunión única. No había ningún sentimiento de culpa ni de condenación en el espíritu de Jesús. Nuestros corazones están preguntando hoy: “¿Pede Dios restaurar esa justicia al hombre? Creemos que puede. Creemos que la obra terminada de Cristo lo garantiza. Jesús nunca tuvo un sentimiento de escasez. Cuando necesitó dinero pagar Sus impuestos. Le dijo a Pedro que fuese y atrapase un pez y que ahí encontraría el dinero en su boca. Cuando alimentó a la multitud de cinco mil personas, le llevaron cinco panes y dos pececitos. Bendijo el pan y lo partió. La multitud fue alimentada y quedaron doce canastas llenas.
Nunca sintió la falta de dinero, Nunca sintió la falta de amor, conocimiento ni de habilidad de ningún tipo. No tuvo ningún sentimiento de conciencia de pecado. No tuvo complejo de inferioridad. La justicia que Jesús tuvo le dio la más dulce y perfecta comunión con el Padre.
La Fe Restaurada
La justicia restaura al hombre a su fe caída. Si quieres ver esto ilustrado, ve a las ciudades y observa las congregaciones reunidas para escuchar a hombres y mujeres hablar sobre psicoanálisis o, en otras palabras, como tener fe en ti mismo y gobernar sobre otros que no tienen fe en si mismos. Jesús no tuvo necesidad de fe. Él creyó en Si mismo. Creyó en Su misión. Creyó en Su Padre. Y debe haber creído en la humanidad.
Si quieres ver la necesidad de la restauración de la justicia, ve a las iglesias y observa la profunda falta de fe del gran cuerpo del cristianismo. Son como Tomás cuando dijo: "No creeré hasta que ponga mis manos en la señal de sus manos y en su costado." La fe de Tomás, como la fe del cristiano moderno, era una fe según el conocimiento de los sentidos. Esto es la fe en lo que puedes ver y sentir.
Esa es la razón por la que muchos de los movimientos modernos, que tienen tanta demostración física, han desafiado la fe de las multitudes. Esa es la fe según el conocimiento de los sentidos.
La Paz es Restaurada
La paz puede ser restaurada solo cuando la justicia es restaurada. Esto restaura nuestra paz con Dios. El individuo es como la masa. La masa es como la nación agitada, sin descanso, sin paz ni quietud. Isaías 57:20-21 dice: "Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos."
La sensación de falta, de culpa, de necesidad, la conciencia de cargas y cuentas sin pagar, llenan el corazón de ansiedad y desasosiego. La justicia restaura la quietud y descanso al espíritu. No estamos más asustados de las cuentas, no estamos más asustados de las circunstancias. La fe levanta la inconsciencia y enfrentamos las más adversas situaciones con una sensación de superioridad. Somos los amos. No hay nada que el hombre pueda necesitar tanto hoy como el sentido de justicia.
La Libertad es Restaurada
No solo restaura la paz, sino que le da al hombre algo que ha anhelado y luchado por tener durante las edades, la libertad. La más grande libertad no es la libertad política, ni la libertad de la preocupación financiera, ni la libertad de la incomodidad física, sino la libertad de la conciencia de pecado. La justicia restaura la libertad al hombre; la misma clase de libertad que Jesús tuvo, la clase de libertad que el hombre ha ansiado ardientemente más que cualquier otra cosa.
Esto es libertad en Cristo, libertad del temor a Satanás, libertad del temor al hombre porque con fiamos en Dios con todo nuestro corazón. No nos apoyamos en nuestra propia prudencia. No estamos acosados y deprimido por el conocimiento de los sentidos o por las circunstancias. Nos paramos en esa dulce y maravillosa conciencia que "Mi Padre es más grande que todo," y "Mayor es el que está en mi que el que está en el mundo." Hemos recibido la condición de hijos.
La justicia nos da la dulce conciencia de los privilegios de nuestra condición de hijos. Somos hijos. Dios es nuestro Padre. Estamos en Su familia. Conocemos a nuestro Padre. Él nos ama y nosotros a Él. La justicia nos restaura el gozo, el gozo inefable de la comunión con el cielo en términos de igualdad. No somos siervos. No somos pecadores. Somos hijos. Herederos de Dios y coherederos juntamente con Jesucristo.
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